Parte de la magia especial de Punta del Diablo viene de su historia. El lugar nació hace casi ochenta años como un pueblito de pescadores artesanales, atraídos por la abundancia de tiburones. El tiburón era muy buscado en la década del 40 por proveer la vitamina A que necesitaban los soldados de la Segunda Guerra Mundial. Antes, en 1935, Laureliano Rocha había llegado a esta zona con su familia para curar el asma de uno de sus hijos.
Pero los pescadores no fueron los únicos que se animaron a habitar estas playas ventosas: una millonaria instaló en los años 50 su mansión entre las rocas del Cerro de la Viuda, buscando soledad y paz. Su identidad es todavía un secreto, y la gran residencia con faro es uno de los puntos de visita más recomendados.
Los hippies y artesanos fueron los primeros turistas es descubrir este rincón de la costa de Rocha. El balneario se fue construyendo de manera improvisada, irregular, con casitas amontonándose y caminos rústicos que se abrieron al transporte. En 1968 se instaló la luz eléctrica.
Hoy, Punta del Diablo conserva esa fisonomía típica de pueblo pesquero, pero con abundancia de servicios, restaurantes y alojamientos para recibir a la gran cantidad de turistas que llega cada verano. Aunque ya en el ochenta y noventa empezaron a llegar veraneantes asiduos, el boom de Punta del Diablo se ha dado en los últimos cinco años, con la llegada masiva de jóvenes (uruguayos, argentinos, brasileños y de lugares más lejanos) durante el verano.