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De mar abierto y profundo, la Playa Bikini nació como foco del surf. Pronto se convirtió en uno de los puntos top de La Barra, donde cada tarde se dan cita jóvenes de alto poder adquisitivo, modelos y celebridades. Haciendo honor a su nombre, Bikini Beach es la playa de la gente bonita, “el” lugar para mirar y ser visto. Queda en el balneario Manantiales, a minutos del centro de la Península.
Sofisticado y exclusivo, el Parador de la Playa Bikini sirve tragos y snacks (de alta gastronomía) al ritmo de la música de moda. Alquilar un camastro cuesta unos cien dólares, y se pueden solicitar servicios de masajes. Las terrazas sobre la playa son siempre escenario para turistas que bailan. Desfiles, campeonatos de vóley y de rugby, clases de gimnasia y DJ’s famosos conforman la agenda veraniega de Bikini. En el puesto de surf se alquilan tablas. También hay un gran pelotero para que los más chicos se mantengan entretenidos. El mar es bravo y requiere precauciones, por lo que el servicio de guardavidas está especialmente reforzado.
Como ocurre con otras playas vip, en Bikini hay dos perfiles de público según el horario. Si el atardecer es la hora de encuentro del jet set (y de las cámaras), por la mañana y el mediodía se ve un público más tranquilo y familiar, similar al de la Mansa. En temporada baja, la playa es prácticamente un desierto a no ser por los surfistas que llegan aún durante los días más fríos buscando algunas de las mejores olas de Punta del Este.
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El paisaje de Bikini es digno de admirar todo el año: olas transparentes, arena fina, extremos rocosos que la protegen. A tono con la exclusividad de esta playa, varios locales rodean su rambla, como el Restaurante “Cactus y pescados” (de Freddo) o la curiosa casa de antigüedades de estilo francés, “Maison de famille”. Bien vale dar una vuelta alrededor de Bikini aún en baja temporada.
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